sábado, 21 de noviembre de 2009

LA MUJER ROTA


La ambición de muchos poetas es llegar a escribir y dejar su testimonio sobre temas importantes. En 2008 me interesó la propuesta de un grupo de escritoras mejicanas que junto a Literalia Editores de Guadalajara organizó un concurso poético para celebrar los cien años del natalicio de Simone de Beuvoir. El concurso se llamaba La Mujer Rota -título de un célebre libro de la autora francesa- y el tema eran las mujeres en situación de crisis por razones de salud, violencia, discriminación , etc.etc.
Preparé un par de trabajos, uno sobre Frida Kahlo- cuya historia nunca dejó de conmoverme- y otra sobre Azucena Villaflor, la primera madre de Plaza de Mayo. Al final opté por la segunda. El poema "Azucena Villaflor, madre de Plaza de Mayo" fue seleccionado y está en el libro "La mujer rota" que Literalia Editores presentó en diciembre del año pasado en Guadalajara, Méjico, en el marco de un encuentro internacional de escritores en el auditorio del Hotel Hilton. Esta participación me deparó entre otras cosas, la amistad de la escritora argentina María Rosa Lojo con la que me escribo regularmente.

AZUCENA VILLAFLOR, MADRE DE PLAZA DE MAYO.

Azucena Villaflor
quería saber dónde estaba su hijo,
qué garra oscura lo había arrebatado,
qué turbio buitre lo arrancó de su nido,
y comenzó a caminar alrededor de la plaza
-la misma plaza donde aprendimos a ser libres
y se ató los cabellos con un pañuelo blanco
y otras madres vinieron desde los cuatro puntos cardinales.

Nadie quería oírlas y pocos se atrevían a mirarlas,
-Poncio Pilatos no murió todavía
ellas hablaban entre sí intercambiando sufrimientos
ó se sentaban pensativas a mirar las palomas.
Nada es más duro
que ser la madre de los desaparecidos
no son muertos, ni son presos,
nadie los vio, nadie los escuchó gritar en los crepúsculos
ninguno volvió a andar por los lugares que solía frecuentar
sólo ellas los tienen registrados en el alma
con la señal de su paso por el mundo.

Azucena Villaflor
quería saber de las manos que ella había cuidado
del corazón que había amamantado
repitiendo los sufrimientos de María
al pie de la cruz en el monte del calvario.
Esta mujer sencilla, no era nada común
no tenía miedo, no le temía a nadie
por más estrellas que tuviera en las solapas
por más que la golpearan y le lanzaran perros
su único miedo era que su pequeño tuviera frío sin abrigo,
hambre sin pan y sed sin agua
que lo apretaran la soledad, la oscuridad y el miedo
mientras a ella las caricias se la caían de las manos.

Pero una paloma no puede contrariar a los buitres.
Un día los lobos vinieron a buscarla
cansados de que esta frágil mujer los hostigara
y Azucena se fue como otros muchos.
Nadie la vio, nadie la oyó, nadie salió a llamarla
se perdió en la neblina, se evaporó en la bruma.
Dicen que está junto a su hijo
que, como cuando niño, lo lleva de la mano
y que sonríe como hace tiempo no lo hacía.

Azucena Villaflor
dejó en la plaza la bandera
de su lucha clavada
y su pañuelo blanco como símbolo de amor
de la madre que sufre y no se rinde
de un tiempo que nos exige a cada uno
compromiso y memoria.
Compromiso y memoria.
Compromiso y memoria.

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